sábado, 10 de octubre de 2009

El cumpleaños de "Bo"


Desde que se otorgó el primer premio Nobel de la Paz en el año 1901, hubo veinte años en que quedó desierto. Fue en esas veinte ocasiones cuando el Parlamento noruego acertó de lleno.

Poca gente sabe que el premio Nobel de la Paz no lo otorga ninguna institución científica ni cualquier otro organismo más o menos independiente. Es el Parlamento noruego quien lo hace. Así que, en los más de cien años de vida del premio Nobel de la Paz, los parlamentarios noruegos se comportaron decentemente sólo en veinte ocasiones y, además, no de seguido. Fue cuando lo dejaron desierto.

Si mira usted la nómina de los premiados se percatará inmediatamente que las razones que impulsaron a los diputados vikingos son exclusivamente políticas. La cosa no sería de extrañar si ahí se quedara la cosa. Lo más tremebundo es que, por lo general y desde el punto exclusivamente político, no acertaron ni una, especialmente después de la I Guerra Mundial. A partir de entonces pusieron el ojo en los grandes personajes que crearon la Sociedad de las Naciones o anduvieron alrededor de ella. Como se sabe, aquel engendro acabó en la guerra más mortífera y destructiva que jamás conoció la humanidad. Tan acojonados debieron quedar con la historia que, desde 1939 hasta 1949, sólo dieron la mitad de los premios y a cuáqueros, que son los sucesores de esos de barbas que no pegan tiros en las películas de vaqueros. Luego fueron aliviándose y, toma premio por aquí, toma premio por allá, no se cortaron lo más mínimo, de manera que los flamantes favorecidos fueron cada vez más pintorescos. Clérigos católicos, luteranos o budistas; mandatarios de la ONU que provocaron o permitieron matanzas imperialistas; políticos cuyo único mérito fue haber tenido éxito en su país; organizaciones internacionales, que para eso deberían estar; algún disidente notable, mayormente por fastidiar, y varios antiguos terroristas de colorido pelaje, como MacBride, Menachem Begin, Nelson Mandela, Yasser Arafat o Ramos Horta.

Este año sus señorías noruegas se han superado. Han premiado al emperador Obama, que para eso anda liado con una guerra estupenda en Afganistán. Según nos cuentan los mentideros de la Casa Blanca, la noticia se la dio su hija Sasha, que no es gótica y que sale en todos los retratos como si tal cosa sin que a su padre le moleste. Parece ser que le dijo:

-Papá, has ganado el premio Nobel de la Paz. Y es el cumpleaños de «Bo».

«Bo» es el perro que compró Obama para las chiquillas nada más ser coronado, porque no hay emperador sin mascota. Así que el cumpleaños de «Bo» y el premio Nobel de la Paz son uno y lo mismo. Es que, por su inocencia, los niños dicen las verdades.

Francisco Sánchez, La Nueva España, 10 de Octubre de 2009

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